Mi nombre es Samar Sahhar, tengo 48 años y vivo en Betania (Palestina). Desde siempre he intentado buscar cómo mejorar las condiciones de vida de muchos niños y niñas palestinos. Actualmente soy la responsable de una casa de acogida para niñas abandonadas (Hogar Lázaro para niñas) pero el comienzo de mi trabajo está en 1971, cuando mis padres, una de las pocas familias cristianas de Betania, fundaron el orfanato Jeel el Amal (que significa “Generación de la esperanza”). Acondicionaron una pequeña cuadra y la transformaron en una habitación para acoger a 10 niños. Pronto fue creciendo y el número de niños llegó a 100. Eran todos huérfanos de padre y/o madre o se encontraban en estado de abandono. Hoy la casa ya es una escuela y alberga a más de 300 niños de entre 3 y 18 años.
Yo llevaba tiempo dándome cuenta de que era necesario hacer algo también para ayudar a las niñas huérfanas (que por la cultura islámica no pueden hospedarse junto a los varones) porque la educación de la mujer es fundamental para el futuro de la sociedad árabe. Así, con la ayuda de Dios, de mucha gente pobre y de algunos benefactores, nació el proyecto del Hogar Lázaro para niñas: la casa alberga a 37 niñas huérfanas de entre 3 y 15 años. Llegan hasta aquí a través de la Oficina Social de Belén y, en algunas ocasiones, hemos podido acoger también a mujeres violadas o perseguidas por diversos motivos y que no tenían ningún lugar donde empezar reconstruir su vida y su futuro.
Para ayudar económicamente a este proyecto y suministrarnos el alimento, en octubre de 2003 comenzamos el proyecto de la panadería, alquilando un bajo de Betania. Trajimos la maquinaria de Israel y, después de haber superado numerosas dificultades económicas y burocráticas, palestinos e israelíes pudimos trabajar juntos para que todo funcionara. Ahora vendemos el pan con 3 fines: generar recursos, ofrecer puestos de trabajo a 4 palestinos y asegurarnos el pan para el Hogar Lázaro.
El 1 de junio de 2005 celebramos el primer “Día del Pan de la Paz”; vinieron 50 mujeres israelíes, pasaron el puesto de control y el Muro de Sepración para testimoniar, junto a 50 mujeres palestinas, que la paz es posible. Mujeres judías, mulsumanas y cristianas haciendo el pan juntas. Un pequeño gesto lleno de esperanza que alivió a nuestros pueblos tan doloridos.
Salam, Shalom, Paz, estoy con vosotros.
Samar y todas las niñas del Hogar Lázaro